jueves, 18 de abril de 2013

Gustavo Adolfo Bécquer, Rima XXXIV

Cruza callada y son sus movimientos
silenciosa armonía;
suenan sus pasos, y al sonar recuerdan
del himno alado la cadencia rítmica.

Los entreabre, aquellos ojos
tan claros como el día,
y la tierra y el cielo, cuando abarcan,
arden con nueva luz en sus pupilas.

Ríe, y su carcajada tiene notas
del agua fugitiva;
llora, y es cada lágrima un poema
de ternura infinita.

Ella tiene la luz, tiene el perfume,
el color y la línea,
la forma, engendradora de deseos,
la expresión, fuente eterna de poesía.

¿Que es estúpida?... ¡Bah!, mientras, callando
guarde obscuro el enigma,
siempre valdrá, a mi ver, lo que ella calla
más que lo que cualquiera otra me lo diga.

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