domingo, 21 de julio de 2013

Miguel Hernández, decimocuarto poema de “El rayo que no cesa”

Silencio de metal triste y sonoro,
espadas congregando con amores
en el final de huesos destructores
de la región volcánica del toro.

Una humedad de femenino oro
que olió puso en su sangre resplandores,
y refugió un bramido entre las flores
como un huracanado y vasto lloro.

De amorosas y cálidas cornadas
cubriendo está los trebolares tiernos
con el dolor de mil enamorados.

Bajo su piel las furias refugiadas
son el nacimiento de sus cuernos
pensamientos de muerte edificados.
Bosquejo de Miguel Hernández

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